"Estoy apurado, ahora no puedo atenderte, me esperan...¡chauuu!". Seguramente le viene a la mente alguna situación similar por la que pasó y nos decimos "QUÉ APURADO ANDA ESTE HOMBRE O MUJER!!!"
¿Piensa frecuentemente que otros lo están apresurando, que esperan más de usted de lo que deberían? ¿O espera usted demasiado de sí mismo?
Una manera de determinar si esto es así es notar si siempre parece estar atrasado en hacer las cosas. O si siempre está apurado. ¿Se impacienta si tiene que esperar... esperar por un asiento en un restaurante, por un ascensor, por un autobús, o por otro miembro de la familia? Este constante sentimiento de urgencia, de tener que apurarse, no es bueno.
El hecho es que, el vivir a un paso demasiado rápido lo puede perjudicar a uno físicamente. Según un cardiólogo de California que ha tenido más de cuarenta años de experiencia tratando casos cardíacos, ésta es la principal razón de las enfermedades cardíacas. Otras causas principales, dice él, son el fumar, un régimen alimenticio que incluya demasiada carne, leche y huevos, y falta de ejercicio.
Apreciando el valor del ejercicio, algunos han tratado de incluirlo a fuerzas en sus ocupados horarios. Corren a casa o a un gimnasio, apresuradamente se cambian de ropa y, al tratar de obtener el máximo ejercicio en un tiempo limitado, se esfuerzan demasiado, causando a su corazón más daño que provecho. Puede ser más provechoso incluir ejercicio saludable en la rutina diaria de uno, quizás usar la escalera para subir algunos pisos durante el día. O en vez de guiar el auto hasta el trabajo o tomar un autobús todo el trayecto, algunos han adquirido el hábito de caminar parte del camino, o de ir en bicicleta.
Hay una variedad de cosas que pueden indicar si uno está viviendo a un paso demasiado acelerado. Por ejemplo, ¿hace que el congestionamiento de tráfico que usted se inquiete, que se agarre del volante, toque la bocina, o de algún otro modo revele la presión que siente?
En algunas ocasiones es posible que se pueda hacer algo positivo... cambiar a otra ruta, o tal vez detenerse y hacer una llamada telefónica para notificar a los que lo esperan que ha quedado atrapado en el tráfico. Pero si no se puede hacer nada, ¿mejorará la situación el agitarse? ¡Cuánto mejor es relajarse y dejar que su mente y cuerpo se calmen!
¿Halla usted que frecuentemente se impacienta cuando escucha lo que otros dicen? ¿Interrumpe con expresiones como “¡Vaya al grano!”? Ni usted ni el que habla se benefician por esos despliegues de urgencia. Pero, ¿qué puede hacer uno si verdaderamente dispone de poco tiempo?
Quizás puede decir a la persona: “Lo siento mucho pero ahora estoy ocupado. ¿Podríamos considerar el asunto en otro momento?” Si la otra persona tiene una relación muy íntima con usted, quizás su hijo o hija, podría decir: “De veras que quiero considerar esto contigo, pero ahora mismo no puedo darle al asunto la atención que merece. ¿Podríamos considerar el asunto cuando tenga tiempo?” La persona probablemente se sienta agradecida por su deseo de ser útil. Y uno se sentirá más tranquilo al discutir el asunto cuando le pueda dar más atención.
Aun si el vivir a un paso demasiado acelerado no le ocasiona dificultades cardíacas, le puede perjudicar de otras maneras. Puede resultar en frustración, robándole el gozo de vivir y de hacer cosas para otros. Una madre, por ejemplo, quizás se sienta frustrada porque su paso la agota tanto que recibe poco placer de la asociación con su familia y amigos y le quedan pocas fuerzas para cualquier recreación.
Si usted es un hombre o mujer de negocios, ¿halla que la presión del trabajo le obliga a tener poco interés en los otros trabajadores, o aun en su propia familia? Quizás tenga la tendencia a contestar bruscamente a otros. Pero, en realidad, ¿es prudente vivir a un paso que produzca esas acciones?
Todavía más serio es el efecto que su paso en la vida puede tener en su relación con Dios. ¿Qué pensaría si sus hijos estuvieran tan ocupados que no mostraran el menor interés en usted o en lo que ha hecho por ellos? ¿Debemos mostrar menos aprecio por el Grandioso Creador, que nos dio la vida y el aliento y todas las cosas buenas? ¿Cuándo fue la última vez que le dio gracias a Él en oración, o se sentó a leer de su Palabra la Biblia?
Si usted es víctima del paso rápido o de la vida apurada, trate de analizar la causa. ¿Pudiera ser, como dijo un médico, que uno está luchando demasiado incesantemente para efectuar demasiadas cosas en un tiempo demasiado breve? Quizás diga usted: “Sí, pero, ¿qué puedo hacer acerca de ello?”
Algo que uno puede hacer es establecer prioridades, quizás haciendo una lista de las cosas que necesitan atención. Entonces asegurarse de que primero hace las cosas más importantes. Como resultado, si se pasan por alto algunas cosas, no importarán tanto. Si usted es una esposa, haría bien en repasar la lista con su esposo.
Frecuentemente la causa de que algunas personas se exijan demasiado de sí mismas es un sentimiento de rivalidad o competencia. Es fácil contagiarse con este espíritu que es tan prominente en el mundo.
En muchas personas la fuerza impulsora de su paso demasiado acelerado es su búsqueda de cosas materiales, no las que se necesitan sino las extras. Pero muy bien pudiera preguntarse: ‘¿De qué valor son estas cosas si solo se ganan a costa de la pérdida de la salud de uno o de la oportunidad de disfrutar la familia de uno?’
Así es que haga un inventario. Si el paso al que vive es demasiado acelerado o apurado, aprenda a ir más despacio. Tome un paso que no le robe la salud, que no lo frustre y le haga descuidar el mostrar amor a su prójimo. Sobre todo, establezca para usted un paso que le permita tener tiempo para la reflexión y meditación de su vida.
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"Estoy apurado, ahora no puedo atenderte, me esperan...¡chauuu!". Seguramente le viene a la mente alguna situación similar por la que pasó y nos decimos "QUÉ APURADO ANDA ESTE HOMBRE O MUJER!!!"
¿Piensa frecuentemente que otros lo están apresurando, que esperan más de usted de lo que deberían? ¿O espera usted demasiado de sí mismo?
Una manera de determinar si esto es así es notar si siempre parece estar atrasado en hacer las cosas. O si siempre está apurado. ¿Se impacienta si tiene que esperar... esperar por un asiento en un restaurante, por un ascensor, por un autobús, o por otro miembro de la familia? Este constante sentimiento de urgencia, de tener que apurarse, no es bueno.
El hecho es que, el vivir a un paso demasiado rápido lo puede perjudicar a uno físicamente. Según un cardiólogo de California que ha tenido más de cuarenta años de experiencia tratando casos cardíacos, ésta es la principal razón de las enfermedades cardíacas. Otras causas principales, dice él, son el fumar, un régimen alimenticio que incluya demasiada carne, leche y huevos, y falta de ejercicio.
Apreciando el valor del ejercicio, algunos han tratado de incluirlo a fuerzas en sus ocupados horarios. Corren a casa o a un gimnasio, apresuradamente se cambian de ropa y, al tratar de obtener el máximo ejercicio en un tiempo limitado, se esfuerzan demasiado, causando a su corazón más daño que provecho. Puede ser más provechoso incluir ejercicio saludable en la rutina diaria de uno, quizás usar la escalera para subir algunos pisos durante el día. O en vez de guiar el auto hasta el trabajo o tomar un autobús todo el trayecto, algunos han adquirido el hábito de caminar parte del camino, o de ir en bicicleta.
Hay una variedad de cosas que pueden indicar si uno está viviendo a un paso demasiado acelerado. Por ejemplo, ¿hace que el congestionamiento de tráfico que usted se inquiete, que se agarre del volante, toque la bocina, o de algún otro modo revele la presión que siente?
En algunas ocasiones es posible que se pueda hacer algo positivo... cambiar a otra ruta, o tal vez detenerse y hacer una llamada telefónica para notificar a los que lo esperan que ha quedado atrapado en el tráfico. Pero si no se puede hacer nada, ¿mejorará la situación el agitarse? ¡Cuánto mejor es relajarse y dejar que su mente y cuerpo se calmen!
¿Halla usted que frecuentemente se impacienta cuando escucha lo que otros dicen? ¿Interrumpe con expresiones como “¡Vaya al grano!”? Ni usted ni el que habla se benefician por esos despliegues de urgencia. Pero, ¿qué puede hacer uno si verdaderamente dispone de poco tiempo?
Quizás puede decir a la persona: “Lo siento mucho pero ahora estoy ocupado. ¿Podríamos considerar el asunto en otro momento?” Si la otra persona tiene una relación muy íntima con usted, quizás su hijo o hija, podría decir: “De veras que quiero considerar esto contigo, pero ahora mismo no puedo darle al asunto la atención que merece. ¿Podríamos considerar el asunto cuando tenga tiempo?” La persona probablemente se sienta agradecida por su deseo de ser útil. Y uno se sentirá más tranquilo al discutir el asunto cuando le pueda dar más atención.
Aun si el vivir a un paso demasiado acelerado no le ocasiona dificultades cardíacas, le puede perjudicar de otras maneras. Puede resultar en frustración, robándole el gozo de vivir y de hacer cosas para otros. Una madre, por ejemplo, quizás se sienta frustrada porque su paso la agota tanto que recibe poco placer de la asociación con su familia y amigos y le quedan pocas fuerzas para cualquier recreación.
Si usted es un hombre o mujer de negocios, ¿halla que la presión del trabajo le obliga a tener poco interés en los otros trabajadores, o aun en su propia familia? Quizás tenga la tendencia a contestar bruscamente a otros. Pero, en realidad, ¿es prudente vivir a un paso que produzca esas acciones?
Todavía más serio es el efecto que su paso en la vida puede tener en su relación con Dios. ¿Qué pensaría si sus hijos estuvieran tan ocupados que no mostraran el menor interés en usted o en lo que ha hecho por ellos? ¿Debemos mostrar menos aprecio por el Grandioso Creador, que nos dio la vida y el aliento y todas las cosas buenas? ¿Cuándo fue la última vez que le dio gracias a Él en oración, o se sentó a leer de su Palabra la Biblia?
Si usted es víctima del paso rápido o de la vida apurada, trate de analizar la causa. ¿Pudiera ser, como dijo un médico, que uno está luchando demasiado incesantemente para efectuar demasiadas cosas en un tiempo demasiado breve? Quizás diga usted: “Sí, pero, ¿qué puedo hacer acerca de ello?”
Algo que uno puede hacer es establecer prioridades, quizás haciendo una lista de las cosas que necesitan atención. Entonces asegurarse de que primero hace las cosas más importantes. Como resultado, si se pasan por alto algunas cosas, no importarán tanto. Si usted es una esposa, haría bien en repasar la lista con su esposo.
Frecuentemente la causa de que algunas personas se exijan demasiado de sí mismas es un sentimiento de rivalidad o competencia. Es fácil contagiarse con este espíritu que es tan prominente en el mundo.
En muchas personas la fuerza impulsora de su paso demasiado acelerado es su búsqueda de cosas materiales, no las que se necesitan sino las extras. Pero muy bien pudiera preguntarse: ‘¿De qué valor son estas cosas si solo se ganan a costa de la pérdida de la salud de uno o de la oportunidad de disfrutar la familia de uno?’
Así es que haga un inventario. Si el paso al que vive es demasiado acelerado o apurado, aprenda a ir más despacio. Tome un paso que no le robe la salud, que no lo frustre y le haga descuidar el mostrar amor a su prójimo. Sobre todo, establezca para usted un paso que le permita tener tiempo para la reflexión y meditación de su vida.
Lo que pasa es que cada día tenemos mas cosas que hacer y menos personas que nos ayuden.
se vive de una manera más acelerada hoy en día, sobretodo en las grandes ciudades.
sabes xq??...
porq los persigue el lobo feroz!!
jeje
la gente esta alterada...porq estamos en un mundo alterado...
habria q poner pausa un toque...